VATICANO, 04 May. 12 (ACI/EWTN
Noticias) .- El Papa Benedicto XVI alentó esta mañana a
combatir la pobreza y la miseria en el mundo, y explicó que la mayor pobreza de
todas y que debe combatirse en las personas, es la falta de amor.
Así lo indicó en su discurso en francés esta mañana a los cinco
nuevos embajadores, no residentes, ante la Santa Sede: Teshome Toga Chanaka
(Etiopía); Dato' Ho May Yong (primera representante diplomática de Malasia);
David Cooney (Irlanda); Naivakarurubalavu Solo Mara (República de Fiji); y
Viguen Tchitetchian (Armenia).
El Papa indicó al iniciar su discurso que los medios de
comunicación permite que ahora las cosas se sepan casi inmediatamente o
mientras suceden, incluyendo también hechos que causan dolor.
"La constatación del tremendo sufrimiento que la miseria
y la pobreza, tanto material como espiritual, causan en todo el mundo llama a
una nueva movilización para hacer frente, en la justicia y la solidaridad, a
todo lo que amenaza al ser humano, a la sociedad y al medio ambiente".
Benedicto XVI dijo luego que "el éxodo hacia las grandes
ciudades, los conflictos armados, el hambre y las pandemias, que afectan a
tantas poblaciones, desatan una pobreza que en nuestros días ha asumido nuevas
formas. La crisis económica mundial hace que cada vez más familias vivan con
precariedad".
"Y cuando la creación y la multiplicación de las
necesidades induce a creer en la posibilidad del disfrute ilimitado y del
consumo, la carencia de medios necesarios para lograrlo desemboca en la
frustración".
El Papa también alertó que "cuando la pobreza coexiste
con una enorme riqueza, brota la percepción de una injusticia que puede
convertirse en fuente de rebelión. Por tanto, es necesario que los Estados
garanticen que las leyes no aumentan las desigualdades sociales y que las
personas puedan vivir decentemente".
"El desarrollo al que aspiran todas las naciones tiene
que concernir a la persona en su integridad y no solamente al factor
económico", agregó.
"Experiencias tales como el microcrédito y las
iniciativas para crear asociaciones equitativas, demuestran que es posible
armonizar los objetivos económicos con los vínculos sociales, la gobernabilidad
democrática y el respeto por la naturaleza. También es aconsejable,
devolviéndoles la nobleza que se merecen, el fomento del trabajo manual y la
promoción de una agricultura que redunde en beneficio de la población
local".
El Papa Benedicto XVI aseguró que "para fortalecer el
factor humano en la realidad socio-política, es necesario prestar atención a
otro tipo de miseria: la que se refiere a la pérdida de referencia a los
valores espirituales, a Dios".
"Este vacío hace más difícil el discernimiento entre el
bien y el mal y la superación de los intereses personales en favor del bien
común".
Esto, continuó, "hace que sea fácil la adhesión a las
corrientes ideológicas de moda, evitando el esfuerzo de reflexión y crítica. Y
muchos jóvenes en busca de un ideal, recurren entonces a los paraísos
artificiales que los destruyen. La adicción, el consumismo y el materialismo no
son capaces de llenar el corazón del hombre hecho para el infinito. Porque la
mayor pobreza es la falta de amor".
"En la angustia, la compasión y la escucha desinteresada
son un consuelo. Incluso sin grandes recursos materiales, es posible ser feliz.
Vivir sencillamente en armonía con lo que se cree, debe seguir siendo una
posibilidad y cada vez siempre más. Animo todos los esfuerzos, en particular
con las familias", indicó.
El Santo Padre afirmó también que "la educación debe
despertar a la dimensión espiritual porque ‘el ser humano crece cuando crece en
espíritu’. Este tipo de educación ayuda a construir y fortalecer los vínculos
más auténticos, ya que abre a una sociedad más fraterna que ella ayuda a
construir".
Benedicto XVI dijo que "los Estados tienen el deber de
promover su patrimonio cultural y religioso, que contribuye al desarrollo de
una nación, y de facilitar el acceso a todos, porque familiarizándose con su
historia, cada uno llega a descubrir las raíces de su propia existencia".
"La religión –indicó– permite reconocer en el otro a un
hermano en humanidad. Permitir que cualquier persona la oportunidad de conocer
a Dios, y hacerlo en plena libertad, es ayudarla a forjar una personalidad
fuerte interiormente que la hace capaz de testimoniar el bien y de realizarlo
incluso cuando eso es algo que le costaría".
Para concluir su discurso el Santo Padre recordó que
"’la apertura a Dios conduce a la apertura a los hermanos y una
comprensión de la vida como una misión de solidaridad y alegría’. Así se podrá
edificar una sociedad donde la vivencia de la sobriedad y la fraternidad
reducirán la miseria, y reemplazarán a la indiferencia y el egoísmo, a las
ganancias y las pérdidas, y sobre todo a la exclusión".