domingo, 22 de febrero de 2009

Toda vida humana tiene la misma dignidad y debe ser respetada, precisa el Papa Benedicto

VATICANO, 21 Feb. 09 (ACI).-Al recibir esta mañana a los participantes del Congreso "Las nuevas fronteras de la genética y el riesgo de la eugenética", el Papa Benedicto XVI reafirmó que toda vida humana tiene la misma dignidad, incluso cuando actualmente sucede que son "penalizados desde la concepción aquellos hijos cuya vida es juzgada como no digna de ser vivida".
En su discurso a los participantes de este congreso realizado en ocasión de la XV Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, el Papa explicó que el trabajo de los investigadores en el ámbito de la genética "requiere un particular sostenimiento; por ello la colaboración entre las diferentes ciencias es una ayuda que nunca puede faltar para llegar a resultados que sean eficaces y al mismo tiempo productores de un autentico progreso para la humanidad entera".
Esta complementariedad, precisó, "permite evitar el riesgo de un difundido reduccionismo genético, inclinado a identificar a la persona exclusivamente con la referencia de la información genética y sus interacciones con el ambiente".
Tras señalar luego la necesidad de reafirmar que "el hombre será siempre más grande que todo aquello que forma su cuerpo", el Santo Padre precisó que todo ser humano "es mucho más que una singular combinación de informaciones genéticas que le son transmitidas por sus padres. La generación del hombre no podrá nunca ser reducida a una mera reproducción de un nuevo individuo de la especie, cosa que sucede con cualquier animal. Cada aparecer en el mundo de una persona es siempre una nueva creación".
Entonces, prosiguió el Santo Padre, "si se quiere entrar en el misterio de la vida humana, es necesario que ninguna ciencia se aísle, pretendiendo poseer la última palabra". Seguidamente precisó que la eugenética es una "práctica no ciertamente nueva y que ha visto en el pasado formas inauditas de auténtica discriminación y violencia".
El Papa Benedicto XVI explicó que esta práctica aparece actualmente "no como ideologías eugenéticas y raciales que en el pasado han humillado al hombre y provocado sufrimientos humanos, sino como una nueva mentalidad que tiende a justificar una distinta consideración de la vida y de la dignidad personal fundada en el propio deseo y en el derecho individual".
"Se tiende entonces a privilegiar las capacidades operativas, la eficiencia, la perfección y la belleza física en detrimento de otras dimensiones de la existencia que no se consideran dignas. Se debilita así el respeto que se le debe a todo ser humano, incluso en presencia de un defecto en su desarrollo o de una enfermedad genética que podrá manifestarse en el curso de su vida, y son penalizados desde la concepción aquellos hijos cuya vida es juzgada como no digna de ser vivida", prosiguió.
Es necesario reafirmar, continuó, "que toda discriminación ejercida por cualquier poder frente a las personas, pueblos o etnias, sobre la base de diferencias que reconducen a reales o presuntos factores genéticos es un atentado contra la humanidad entera. Lo que se debe reafirmar con fuerza es la igual dignidad de todo ser humano por el hecho mismo de haber sido llamado a la vida".
"El desarrollo biológico, psíquico, cultural y el estado de salud no pueden nunca convertirse en un elemento discriminante. Es necesario, al contrario, consolidar la cultura de la acogida y del amor que testimonian concretamente la solidaridad hacia quienes sufren, derribando las barreras que con frecuencia la sociedad erige discriminando a quien está incapacitado o sufre de alguna patología, o peor llegando a la selección y al rechazo de la vida en nombre de un ideal abstracto de salud y de perfección física".
Benedicto XVI precisó finalmente que "si el hombre es reducido a un objeto de manipulación experimental desde los primeros estadíos de su desarrollo, esto significa que las biotecnologías médicas se entregan al arbitrio del más fuerte. La fe en la ciencia no puede nunca hacer olvidar el primado de la ética cuando está en juego la vida humana".

sábado, 21 de febrero de 2009

Consejo del Papa a los jóvenes: edificar proyectos en fidelidad a Dios

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI dejó este miércoles su consejo a los jóvenes que desafiaron el intenso frío para participar en la audiencia general: construir los proyectos de la vida con "fidelidad a Dios".
En la primera audiencia del año 2009 al aire libre, en la Plaza de San Pedro, a causa de la gran cantidad de peregrinos, más de 15.000, que no hubieran encontrado espacio en el Aula Pablo VI, el pontífice concluyó dirigiéndose a los jóvenes, los enfermos y recién casados.
A los chicos y chicas, les invitó a prepararse "para afrontar las importantes etapas de la vida con compromiso espiritual, edificando cada uno de vuestros proyectos sobre las sólidas bases de la fidelidad a Dios".
Luego se dirigió a los enfermos para exhortarles a ser "siempre conscientes de que, ofreciendo vuestros sufrimientos al Padre celestial en unión a los de Cristo, contribuís a la construcción del Reino de Dios".
Por último, saludó a los recién casados --algunas de las cónyuges venían con el traje de bodas azotado en ocasiones por el gélido viento-- para invitarles a "hacer crecer cada día vuestra familia gracias a la escucha de Dios, para que vuestro amor recíproco permanezca firme y se abra a la acogida de los más necesitados".

El 5 de abril, Benedicto XVI entregará la cruz a los jóvenes de Madrid

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El próximo 5 de abril, domingo de Ramos, Benedicto XVI entregará la cruz y el icono de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) a los jóvenes de la archidiócesis de Madrid, que acogerán este multitudinario encuentro en el verano del año 2011.
Siguiendo la tradición, la entrega de la cruz tendrá lugar durante la celebración eucarística en la plaza de San Pedro del Vaticano. Para prepararse a este acontecimiento, la Delegación de Infancia y Juventud de la archidiócesis de Madrid (http://www.deleju.org) ha organizado una peregrinación a Roma de jóvenes mayores de 15 años, "que se sientan llamados a comprometerse con la preparación y la celebración de la JMJ de Madrid 2011".
La delegación madrileña estará presidida por su arzobispo, el cardenal Antonio María Rouco Varela.
El programa de actos previstos en Roma dará comienzo el viernes 3 de abril con una celebración de la Eucaristía en San Lorenzo in Damaso, de la que es titular el cardenal Rouco. Esta iglesia está en el centro de Roma, en la vía Vittorio Enmanuelle, enfrente de Piaza Navona. Será a las 20,00 horas.
El sábado 4, a las 10,00 horas, está prevista la celebración de la Eucaristía; y a las 19,00 horas, celebración de la Reconciliación. Ya el domingo 5, los peregrinos madrileños llegarán a la Plaza de San Pedro a primera hora de la mañana para asistir a la Eucaristía y posterior Ceremonia de Entrega de la Cruz.
El lunes 6 de abril, a las 10,00 horas, el cardenal arzobispo de Madrid presidirá una Eucaristía en la Basílica de San Pablo. Y el martes 7, a las 10,30 horas, se celebrará la Eucaristía en la Basílica de la Virgen del Rosario, en Pompeya.
La Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud fue confiada por Juan Pablo II en 1984, al final del Año Santo de la Redención, en el que esa gran cruz de madera (3 metros 80 centímetros) había sido colocada junto al altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Desde entonces, la Cruz de los jóvenes ha recorrido el mundo. Tradicionalmente es acogida por los organizadores de las Jornadas, que con los jóvenes se encargan de programar la peregrinación de la cruz a través del país.
Más información en deleju@planalfa.es

jueves, 19 de febrero de 2009

El Papa alienta Misión Continental en América Latina

VATICANO, 19 Feb. 09 (ACI).-Al recibir esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los miembros de la comunidad del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano de Roma, el Papa Benedicto XVI alentó a unirse y promover la "Misión Continental" en América Latina y el Caribe, para que los católicos sean "discípulos y misioneros de Jesucristo".
Al iniciar su discurso, el Papa explicó a los presentes que "en Roma, junto a la Cátedra del Príncipe de los Apóstoles, ustedes tienen una oportunidad privilegiada de forjar su corazón de verdaderos apóstoles, en los que todo su ser y quehacer esté anclado firmemente en el Señor, que ha de ser siempre para ustedes cimiento, brújula y meta de sus esfuerzos".
"Sus obispos –prosiguió– los han enviado al Pontificio Colegio Pío Latinoamericano para que se llenen de la sabiduría de Cristo crucificado, de forma que, al regresar a sus diócesis, puedan poner este tesoro a disposición de los demás en los diversos encargos que les sean confiados. Esto requiere aprovechar bien el tiempo de su estancia en Roma. La constancia en el estudio y la investigación rigurosa, además de hacerlos indagar en los misterios de la fe y en la verdad sobre el hombre a la luz del Evangelio y de la tradición de la Iglesia, fomentará en ustedes una vida espiritual arraigada en la Palabra de Dios y siempre alimentada por la riqueza incomparable de los sacramentos".
Tras resaltar que "el amor y la adhesión a la Sede Apostólica es una de las características más relevantes de los pueblos latinoamericanos y del Caribe", el Papa recordó su visita a Brasil en mayo de 2007, cuando en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, "comprobé emocionado las manifestaciones de colegialidad y comunión fraterna en el ministerio episcopal de los representantes de las Conferencias Episcopales de aquellos nobles países. Con mi presencia allí, quise alentar a los obispos en su reflexión sobre algo fundamental para avivar la fe de la Iglesia que peregrina en aquellas amadas tierras: llevar a todos nuestros fieles a ser 'discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida'".
Por ello, el Santo Padre invitó a "asociarse con entusiasmo a ese espíritu, mostrado en el dinamismo con el que todas aquellas diócesis han iniciado, o lo están haciendo, la 'Misión continental' impulsada en Aparecida, iniciativa que facilitará la puesta en marcha de programas catequéticos y pastorales destinados a la formación y desarrollo de comunidades cristianas evangelizadas y misioneras".
"Acompañen estos propósitos con su ferviente oración, para que los fieles conozcan, se entreguen e imiten cada vez más a Jesucristo, participando frecuentemente en las celebraciones dominicales de cada comunidad y dando testimonio de Él, de modo que se conviertan en instrumentos eficaces de esa 'Nueva Evangelización', a la cual convocó repetidamente el Siervo de Dios Juan Pablo II, mi venerado predecesor".
Tras agradecer a quienes dirigen el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano y a quienes ayudan a su sostenimiento económico, el Papa Benedicto XVI puso "en las manos de María Santísima, Nuestra Señora de Guadalupe, a todos y cada uno de ustedes, así como a sus familias y comunidades de origen, para que su maternal protección les asista amorosamente en sus tareas y les ayude a enraizarse muy hondamente en su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, fruto bendito de su seno".

lunes, 16 de febrero de 2009

Benedicto XVI invita a redescubrir el sacramento de la confesión

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 15 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Como le sucedió al leproso de Galilea curado por Jesús, el sacramento de la confesión ofrece hoy al creyente la purificación interior, una especie de resurrección espiritual, asegura Benedicto XVI.
El pontífice pidió redescubrir el valor del sacramento de la reconciliación en la alocución que dirigió a los miles de peregrinos congregados este domingo a mediodía en la plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus.
En su intervención, pronunciada desde la ventana de su estudio, el Santo Padre meditó sobre el pasaje evangélico de la liturgia de este domingo, en el que se presenta cómo Jesús curó milagrosamente a un leproso, enfermedad que para los israelitas no sólo era física, sino que ante todo representaba la impureza espiritual.
El enfermo "tenía que ser alejado de la comunidad y quedarse fuera de los poblados", recordó el pontífice.
Por este motivo, indicó, "la lepra constituía una especie de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección".
De este modo, "en la lepra es posible entrever el símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. La enfermedad física de la lepra no nos separa de Él, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral", subrayó.
"Los pecados que cometemos nos alejan de Dios y, si no se confiesan humildemente confiando en la misericordia divina, llegan a producir la muerte del alma. Este milagro reviste, por tanto, un intenso significado simbólico", siguió aclarando.
Jesús, recordó, como había profetizado Isaías, "es el Siervo del Señor, quien 'cargó con nuestras dolencias y soportó nuestros dolores'".
"Con su pasión, se convertirá como en un leproso impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hará por amor, con el objetivo de alcanzarnos la reconciliación, el perdón y la salvación".
"En el Sacramento de la Penitencia Cristo crucificado y resucitado, a través de sus ministros, nos purifica con su misericordia infinita, nos restituye la comunión con el Padre celestial y, con los hermanos, nos ofrece el don de su amor, de su alegría y de su paz".
El Papa concluyó su intervención invitando a los creyentes a "recurrir frecuentemente a su sacramento de la confesión, el sacramento del perdón, que hoy debe ser descubierto aún más en su valor y en su importancia para nuestra vida cristiana".

viernes, 13 de febrero de 2009

El Papa constata los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 12 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI destacó este jueves la "sensibilidad social" de Australia y su labor de apoyo a los países menos desarrollados, así como sus esfuerzos en reparar las injusticias pasadas contra los aborígenes, al recibir hoy al nuevo embajador de este país ante la Santa Sede, Timothy Andrew Fischer.
El Papa explicó que el gesto realizado el año pasado por el Primer Ministro Rudd de pedir perdón "por las injusticias sufridas tan dolorosamente por los pueblos indígenas" ha provocado "un profundo cambio del corazón", que permitirá al Gobierno y a los representantes aborígenes "abordar con resolución y compasión la multitud de retos que tienen por delante".
También destacó el empeño del Gobierno por "promover el respeto y la comprensión entre las culturas" facilitando "el diálogo interreligioso y la cooperación tanto en el país como en la región".
Invitó a los australianos a "reconocer la vocación sobrenatural de la persona" pues "es de Dios de quien los hombres y las mujeres reciben su esencial dignidad y la capacidad de buscar la verdad y la bondad".
"Con esta amplia perspectiva podemos contrarrestar las tendencias al pragmatismo y el consecuencialismo, que hoy prevalecen, y que se dedican sólo a los síntomas y los efectos de los conflictos, de la fragmentación social y la ambigüedad, en lugar de ir a sus raíces".
El Papa añadió que "cuando la dimensión espiritual de la humanidad sale a la luz, el corazón y la mente de las personas se vuelve hacia Dios y hacia las maravillas de la vida humana: el propio ser, la verdad, la belleza, los valores morales, y los demás. De esta forma se puede encontrar un fundamento seguro para unir a la sociedad y para sostener una visión de esperanza".
En este sentido, comentó la trascendencia que ha tenido, tanto para la Iglesia como para el país, la JMJ de Sydney, "cuyos ecos de aprecio siguen resonando" en todo el mundo.
"Los propios ciudadanos de Sydney, como ha observado su excelencia, se inspiraron en la alegría de los peregrinos", afirmó, añadiendo que "cada Jornada Mundial de la Juventud es un acontecimiento espiritual: un momento en el que los jóvenes, y no solo aquellos que tienen una estrecha relación con la Iglesia, encuentran a Dios".
"Rezo para que esta joven generación de cristianos en Australia y en todo el mundo canalicen el entusiasmo hacia todo lo que es verdadero y bueno, forjando amistades por encima de las divisiones y creando lugares de fe viva en y para nuestro mundo", afirmó.
Desarrollo justo
El Papa destacó el papel internacional de Australia especialmente en favor de los países en vías de desarrollo, y en particular, su apoyo a los Objetivos de Desarrollo del Milenio y al Tratado de No proliferación Nuclear.
En este sentido, quiso detenerse en algunos problemas mundiales, como la globalización y la crisis económica, así como el cambio climático.
Respecto a este último, el Papa aseguró que para combatirlo es necesario "un código ético común, que consiste en normas enraizadas en la ley natural inscrita por el Creador en el corazón de todo ser humano".
"Quizás nunca antes en la historia humana la relación fundamental entre el Creador, la Creación y la Criatura necesita ser ponderada y respetada", explicó.
Respecto a la pobreza en el mundo, el Papa subrayó la necesidad de "una verdadera ética en el corazón de cada política de desarrollo responsable, respetuosa y socialmente inclusiva".
"Es la ética la que hace imperativa una respuesta compasiva y generosa en la pobreza; éstas hacen urgente el sacrificio de los intereses proteccionistas de la accesibilidad plena de los países pobres a los mercados desarrollados, a la vez que hacen razonable la insistencia de los países donantes en la rendición de cuentas y la transparencia en el uso de la ayuda financiera por las naciones receptoras", advirtió.
También puso de manifiesto la necesidad de ayudar a cubrir las necesidades médicas de muchos países del Tercer Mundo, y especialmente de "cuidados obstétricos de alta calidad a las mujeres".
"Qué irónico resulta, en cualquier caso, que mientras algunos grupos, a través de programas de ayuda, promueven el aborto como una forma de cuidado "materno": eliminando una vida supuestamente para mejorar la calidad de vida".
Incendios
El Papa quiso también mostrar sus condolencias "por el dolor de las personas y familias en Victoria que han perdido a sus seres queridos en los recientes incendios forestales".
En este sentido, la Santa Sede había enviado un mensaje del cardenal Tarcisio Bertone, el pasado 10 de febrero, en el que el Papa mostraba su cercanía a las familias de las víctimas y de los desaparecidos.
"El Papa encomienda a los fallecidos a la misericordia amorosa del Dios Todopoderoso, e invoca sobre las familias sufrientes y sobre los afectados por la pérdida de sus propiedades y la destrucción de sus tierras, la fuerza y consolación divinas".

jueves, 12 de febrero de 2009

Benedicto XVI muestra cómo “progresar” en la vida espiritual”

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El crecimiento de la propia vida en la virtud no es algo que pertenecía a los monjes del desierto o a quienes querían llevar una vida de heroísmo, sino que es un camino para todos los bautizados, afirma Benedicto XVI.
Ante los cerca de 8.000 peregrinos congregados en el Aula Pablo VI para la Audiencia General, el Papa retomó su enseñanza sobre los Padres de la Iglesia, que había dejado el año pasado para comenzar el ciclo de veinte catequesis sobre san Pablo.
En esta ocasión, habló sobre Juan Clímaco, monje ermitaño del siglo VI, autor de la "Escala del paraíso", uno de los escritos espirituales más importantes de la historia cristiana.
Juan Clímaco fue un monje que vivió en el Sinaí como ermitaño y como cenobita, en un tiempo en que el Imperio Romano se había desmoronado ante el empuje de las invasiones bárbaras, y la única institución que subsistía era la Iglesia.
"La Escala, obra escrita por un monje eremita que vivió hace mil cuatrocientos años, ¿puede decirnos algo a nosotros hoy? El itinerario existencial de un hombre que vivió siempre en la montaña del Sinaí en un tiempo tan lejano, ¿puede ser de actualidad para nosotros?", se preguntó el Papa.
Aunque la respuesta pareciera ser negativa en primer término, invitó a los presentes a caer en la cuenta de que "aquella vida monástica es sólo un gran símbolo de la vida bautismal, de la vida del cristiano".
El obispo de Roma puso de manifiesto que este método de vida espiritual propuesto en la Escala culmina "con las virtudes fundamentales, iniciales, más sencillas: la fe, la esperanza y la caridad".
"No son virtudes accesibles solo a los héroes morales, sino que son don de Dios a todos los bautizados: en ellas también crece nuestra vida", añadió.
La fe, por ejemplo, "implica que yo renuncie a la arrogancia, a mi pensamiento, a la pretensión de juzgar por mi mismo, sin confiarme a otros. Este camino hacia la humildad, hacia la infancia espiritual es necesario superar la actitud de arrogancia".
Por otro lado, "sólo la esperanza nos hace capaces de vivir la caridad. La esperanza en la que trascendemos las cosas de cada día, no esperamos el éxito en nuestros días terrenos, sino que esperamos finalmente la revelación de Dios mismo".
"Sólo en esta extensión de nuestra alma, en esta autotrascendencia, nuestra vida se engrandece y podemos soportar los cansancios y desilusiones de cada día, podemos ser buenos con los demás sin esperar recompensa. Sólo si Dios existe, esta gran esperanza a la que tiendo, puedo cada día dar los pequeños pasos de mi vida y así aprender la caridad", explicó.
"Escala"
El pontífice explicó a los fieles en qué consiste la "Escala" de Juan Clímaco, que este monje escribió después de 40 años de vida eremítica a los pies del monte Sinaí.
En este tratado de vida espiritual, Juan "describe el camino del monje desde la renuncia al mundo hasta la perfección del amor. Es un camino que tiene lugar a través de treinta escalones, cada uno de los cuales está unido con el siguiente".
Esta "ascensión" se divide en tres fases: "la primera muestra la ruptura con el mundo con el fin de volver al estado de infancia evangélica", la segunda "el combate espiritual contra las pasiones", y la tercera, "la perfección cristiana".
La primera fase, explica Benedicto XVI, supone "la vuelta a la verdadera infancia en sentido espiritual, el llegar a ser como niños. El alejamiento voluntario de las personas y lugares queridos permite al alma entrar en comunión más profunda con Dios. Esta enuncia desemboca en la obediencia, que es el camino a la humildad a través de las humillaciones -que no faltarán nunca- por parte de los hermanos".
La segunda, el combate contra las pasiones, no debe verse como algo negativo, pues "es importante tomar conciencia de que las pasiones no son malas en sí mismas; lo son por el uso malo que de ellas hace la libertad del hombre".
"Si son purificadas, las pasiones abren al hombre el camino hacia Dios con energías unificadas por la ascética y la gracia y, "si han recibido del Creador un orden y un principio..., el límite de la virtud no tiene fin", afirma el Papa citando a Juan Clímaco.
Respecto a la última fase, el sucesor de Pedro destaca los tres principios, "sencillez, humildad y discernimiento", de los cuales "Juan, en línea con los Padres del desierto, considera más importante este último, es decir, la capacidad de discernir".
Se refiere también a la oración, que puede ser corpórea y "oración del corazón", "la invocación del solo nombre de Jesús, una invocación continua como la respiración". El fin de la escala es la "trinidad de las virtudes": la fe, la esperanza y la caridad.
Esta caridad, comparada con el amor humano, está íntimamente unida con la esperanza. "La ausencia de la esperanza anonada la caridad: a ella están vinculadas nuestras fatigas, por ella nos sostenemos en nuestros problemas y gracias a ella estamos rodeados por la misericordia de Dios", concluye el Papa.

Benedicto XVI recomienda a los enfermos encomendarse a la Virgen de Lourdes

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI recomendó a los jóvenes, enfermos y recién casados, encomendar su vida a María en el día en que la Iglesia celebraba la fiesta de la Virgen de Lourdes.
Al final de la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI, el pontífice invitó a los chicos y chicas presentes entre los 8.000 peregrinos a encomendarse "siempre a la maternal protección de María para que os ayude a conservar un corazón generoso, disponible y lleno de entusiasmo apostólico".
En ese día, en el que la Iglesia también celebraba la Jornada Mundial del Enfermo, el obispo de Roma se dirigió a los enfermos para desearles que "la Virgen de Lourdes, a cuya intercesión acuden con confianza muchos enfermos en el cuerpo y en el espíritu, ponga su mirada de consuelo y esperanza sobre todos vosotros".
De este modo, los enfermos podrán recibir apoyo para "cargar con la cruz cotidiana, en íntima unión con la redentora de Cristo".
"Que María os acompañe, queridos recién casados, en vuestro camino, para que vuestras familias se conviertan en comunidades de intensa vida espiritual y de testimonio cristiano concreto", concluyó.

Benedicto XVI: el dolor de los niños interpela la conciencia

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI afirma que del sufrimiento de los niños “se eleva un silencioso grito de dolor que interpela a nuestra conciencia de hombres y de creyentes”, un sufrimiento ante el cual la comunidad cristiana “advierte el imperioso deber de intervenir”.
Así lo afirma en su Mensaje, hecho público ayer, con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo miércoles 11 de febrero.
El Papa dedica su Mensaje de este año a los niños enfermos, ante cuyos sufrimientos la Iglesia “no puede permanecer indiferente”.
El cuidado de los niños enfermos “constituye un elocuente testimonio de amor por la vida humana, en particular por la vida de quien es débil y en todo y por todo dependiente de los demás”.
“Es necesario afirmar con vigor la absoluta y suprema dignidad de toda vida humana. No cambia, con el transcurso del tiempo, la enseñanza que la Iglesia proclama incesantemente: la vida humana es bella y debe vivirse en plenitud también cuando es débil y está envuelta en el misterio del sufrimiento”, añadió.
Los niños son, afirma el Papa, “las criaturas más débiles e indefensas” y especialmente “los niños enfermos y sufrientes”, y se refirió no sólo a aquellos que “llevan en su cuerpo las consecuencias de enfermedades invalidantes o que luchan con males hoy aún incurables”, sino también a los que sufren las consecuencias del mal.
“Hay niños heridos en su cuerpo y en su alma cono consecuencia de conflictos y guerras, y otros víctimas del odio de personas adultas insensatas. Hay 'niños de la calle', privados del calor de una familia y abandonados a sí mismos, y de menores profanados por gente abyecta que viola su inocencia, provocando en ellos una herida psicológica que les marcará para el resto de sus vidas”, afirmó.
Se refirió también al “incalculable número de menores que mueren a causa de la sed, del hambre, de la carencia de asistencia sanitaria, como también los pequeños exiliados y prófugos de su propia tierra con sus padres en búsqueda de mejores condiciones de vida”.
“De todos estos niños se eleva un silencioso grito de dolor que interpela a nuestra conciencia de hombres y de creyentes”, advirtió el Papa.
En este sentido, el Papa pidió a las diócesis y a las parroquias que “tomen cada vez más conciencia de ser 'familia de Dios', y hagan perceptible en los pueblos, en los barrios y en las ciudades el amor del Señor”
“La Iglesia, como he escrito en la encíclica Deus caritas est, es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario”, añadió. “En la misma Iglesia, en cuanto familia, ningún miembro sufra porque pasa necesidad”.
Asimismo el Papa pidió “una más estrecha colaboración entre los profesionales de la salud que trabajan en las distintas instituciones sanitarias y las comunidades eclesiales presentes en su territorio”.
Además, hizo un llamamiento “a los responsables de las naciones para que se potencien leyes y reglamentos a favor de los niños enfermos y de sus familias”.
“Siempre, pero aún más cuando está en juego la vida de los niños, la Iglesia, por su parte, está dispuesta a ofrecer su cordial colaboración en el intento de transformar toda la civilización humana en civilización del amor”, añadió.
La familia del niño enfermo
El Papa advirtió también sobre la necesidad de que las comunidades cristianas apoyen a las familias de los niños enfermos, apoyándoles moral y materialmente.
“Dado que el niño enfermo pertenece a una familia que comparte su sufrimiento a menudo con graves impedimentos y dificultades, las comunidades cristianas no pueden dejar de hacerse cargo también de ayudar a los núcleos familiares afectados”, afirmó.
Invocando el ejemplo del Buen Samaritano, pero también de la compasión de Jesús hacia padres de niños gravemente enfermos, como la viuda de Naím y Jairo, el Papa pide a los cristianos que “ofrezcan el apoyo de una solidaridad concreta” a estas familias “tan duramente probadas”.
“De este modo, la aceptación y el compartir del sufrimiento se traduce en un apoyo útil a las familias de los niños enfermos, creando dentro de ellas un clima de serenidad y esperanza, y haciendo sentir a su alrededor una familia más vasta de hermanos y hermanas en Cristo”.
Esta ayuda “presupone un amor desinteresado y generoso, reflejo y signo del amor misericordioso de Dios, que nunca abandona a sus hijos en la prueba, sino que siempre les proporciona admirables recursos de corazón y de inteligencia para ser capaces de afrontar adecuadamente las dificultades de la vida”, añadió.
El Papa invita a las familias con niños enfermos a “dirigir la mirada a Jesús crucificado” en cuyo “sufrimiento por amor entrevemos una suprema coparticipación en las penas de los niños enfermos y de sus padres”.
Recordó también la carta Salvifici doloris de Juan Pablo II, a quien considera “un ejemplo luminoso especialmente en el ocaso de su vida” de aceptación del sufrimiento.
“Sobre la cruz está el 'Redentor del hombre', el Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor podamos encontrar el sentido salvífico de su dolor y respuestas válidas a todos sus interrogantes”, citó el Papa.

Sólo la presencia de Dios puede curar al hombre, afirma el Papa

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa dedicó hoy su tradicional reflexión durante el rezo del Ángelus, con los peregrinos congregados en la Plaza de san Pedro, a reflexionar sobre la enfermedad, en línea con su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo miércoles.
A la luz del Evangelio del día, el Papa recordó que “la experiencia de la curación de los enfermos ha ocupado buena parte de la misión pública de Cristo y nos invita una vez más a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad en toda situación en que pueda encontrarse el ser humano”.
Benedicto XVI quiso reflexionar sobre la realidad de la enfermedad, que “aunque forma parte de la existencia humana, nunca conseguimos habituarnos a ella”.
La razón, explicó no es que “a veces llegue a ser pesada y grave”, sino que “esencialmente estamos hechos para la vida, para la vida completa”.
“Nuestro instinto interior nos hace pensar en Dios como plenitud de vida, es más, como Vida eterna y perfecta. Cuando somos probados por el mal y nuestras oraciones parecen resultar vanas, surgen en nosotros la duda y, angustiados, nos preguntamos: ¿cuál es la voluntad de Dios?”.
A este profundo interrogante de la existencia humana quiso responder Jesús con un signo, las numerosas curaciones.
“Jesús no deja dudas: Dios – del que Él mismo ha revelado su rostro – es el Dios de la vida, que nos libra de todo mal”, afirmó.
En este sentido, las curaciones de Jesús “son signos: guían hacia el mensaje de Cristo, nos guían hacia Dios y nos dan a entender que la verdadera y más profunda enfermedad del hombre es la ausencia de Dios, de la fuente de la verdad y del amor”.
“Sólo la reconciliación con Dios puede darnos la verdadera curación, la verdadera vida, porque una vida sin amor y sin verdad no sería verdadera vida. El Reino de Dios es precisamente la presencia de verdad y de amor, y así es curación en lo profundo de nuestro ser”, añadió el Papa.
Acción de la Iglesia
Esta obra curativa de Jesús “se prolonga en la Iglesia”, explica el Papa, mediante los sacramentos y mediante la asistencia a los enfermos, que muestra “el rostro de amor de Dios”.
“¡Cuántos cristianos -sacerdotes, religiosos y laicos- han prestado y siguen prestando en todas partes del mundo sus manos, sus ojos y sus corazones a Cristo, verdadero médico de los cuerpos y de las almas!”, añadió el Papa.
El Papa pidió especialmente “por todos los enfermos, especialmente por los más graves, que no pueden de ninguna forma proveer a sí mismos, sino que dependen totalmente de los cuidados de otros”.
“Que cada uno de ellos pueda experimentar, en la solicitud de quienes están cerca, el poder del amor de Dios y la riqueza de su gracia que nos salva”, concluyó.
Por su parte, el Papa anunció que el miércoles, Jornada Mundial del Enfermo, tiene previsto encontrarse con los enfermos y los peregrinos que acudirán a la Basílica de San Pedro, y dio una especial bendición “a todos los enfermos, a los agentes sanitarios y a los voluntarios de todas partes del mundo”.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Benedicto XVI propone el ayuno como ayuda para saciar el hambre de Dios

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 3 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El valor y el sentido del ayuno como "un arma espiritual" es la propuesta que presenta Benedicto XVI en su mensaje para esta Cuaresma. El documento fue presentado este martes en una rueda de prensa en la Santa Sede.
"Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento", se interroga el Santo Padre en su mensaje.
De este modo,en su propuesta para la Cuaresma, que comenzará el 25 de febrero, Miércoles de Ceniza, y se extenderá hasta el 5 de abril, Domingo de Ramos, se detiene a analizar el sentido que ha tenido esta práctica tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
La visión cristiana
De este modo el pontífice muestra cómo Jesús habla del verdadero ayuno que consiste "en cumplir la voluntad del Padre Celestial".
Ejemplo que también da al responder a Satanás, quien durante los 40 días en el desierto dice "no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de al boca de Dios".
El Papa aclara de esta manera que el verdadero ayuno "tiene como finalidad comer el alimento verdadero que es hacer la voluntad del Padre".
"Con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios confiando en su bondad y misericordia", subraya.
La devaluación del ayuno
El ayuno hoy "ha perdido un poco su valor espiritual", aclara después el mensaje, pues muchas veces se reduce a una "medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo".
Benedicto XVI señala que la práctica del ayuno contribuye a "dar unidad a la persona, cuerpo y alma ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor"
"Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación" y asegura que con esta practica, junto con la de la oración "le permitimos que venga a saciar el hambre mas profunda que experimentamos en lo intimo de nuestro corazón".
El Santo Padre resalta también el significado social del ayuno, diciendo que éste "nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos".
Por ello exhorta a las parroquias "a intensificar durante la cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna"
El Papa asegura que esta práctica es "un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos" .
Asimismo ayuda "al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original cuyos efectos negativos afectan toda la personalidad humana".
En definitiva, gracias al ayuno, para el pontífice la Cuaresma es el tiempo ideal "para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo".