miércoles, 25 de abril de 2012
jueves, 19 de abril de 2012
Se cumplen 7 años de la elección de Benedicto XVI
Ciudad del Vaticano, 19 Abr. 12 (AICA).- El papa Benedicto XVI celebra hoy, cuatro días después de su 85 cumpleaños, el VII aniversario de su elección como el 265 sucesor de San Pedro, un pontificado que, según aseguró el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi SJ, se centró en la atención a Dios, la relación del hombre con Dios, la dimensión trascendente de la vida y la personalidad de Jesucristo. En este sentido el padre Lombardi destacó a Radio Vaticana que durante estos siete años de pontificado, el Papa “guía a la Iglesia hacia el centro de su misión”.
Fue en la tarde del 19 de abril de 2005, cuando el hasta entonces cardenal Joseph Ratzinger, con el rostro iluminado por la emoción y la responsabilidad, anunciaba al mundo que los cardenales, en el cónclave apenas concluido, lo habían elegido a la sede de Pedro… a él “un simple y humilde trabajador de la viña del Señor”. “Me consuela -dijo en ese momento-, el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes”.
Ya desde el primer momento, el Papa Benedicto mostró su humildad y sencillez encomendándose a las oraciones de los fieles y a la “alegría del Señor” para seguir adelante.
La Iglesia, efectivamente, siguió hacia adelante. Un largo camino guiado por la clarividencia, la firmeza y la fe de un amable Pontífice teólogo que a pesar de la edad hizo que este camino fuera muy fructuoso.
El padre Federico Lombardi SJ, portavoz del Papa hizo un raconto de la labor de Benedicto XVI durante su pontificado a Radio Vaticana: “En estos siete años tuvimos ya veintitrés viajes internacionales a veintitrés países, y veintiséis viajes por Italia; asistimos a cuatro consistorios (se crearon 84 nuevos cardenales), y a cuatro Sínodos de los Obispos y a tres Jornadas Mundiales de la Juventud; leímos tres Encíclicas (Deus caritas est, Spe Salvi y Caritas in Veritate), y recibimos innumerables alocuciones y actos magisteriales; participamos de un Año paulino y de un Año sacerdotal; vimos al Papa afrontar con valor, humildad y determinación –es decir con límpido espíritu evangélico– situaciones difíciles, como la crisis que siguió a los abusos sexuales. Leímos –hecho nuevo y original– su obra sobre Jesús de Nazaret y su libro-entrevista “Luz del mundo”.
“Se trata –afirmó el padre Lombardi-, por lo tanto de un Pontificado rico e intenso con tantos hechos importantes, con tantos frutos recogidos...
“Sobre todo, aprendimos de la coherencia y constancia de su enseñanza, que la prioridad de su servicio a la Iglesia y a la humanidad es orientar la vida hacia Dios, el Dios que nos dio a conocer Jesucristo; que la fe y la razón se ayudan recíprocamente en el buscar la verdad y responder a las expectativas y a las preguntas de cada uno de nosotros y de la humanidad en su conjunto; y que el olvido de Dios y el relativismo son riesgos gravísimos de nuestro tiempo. Por todo esto nos sentimos inmensamente agradecidos”.
Y enfatizó el director de la oficina de prensa vaticana: “El pontificado de Benedicto XVI, se ha centrado sobre la esencial misión de la Iglesia. Es decir, la prioridad de la atención a Dios, la relación del hombre con Dios, la dimensión trascendente de la vida, y la persona de Jesucristo como revelador del verdadero Rostro de Dios”.
miércoles, 18 de abril de 2012
Benedicto XVI: La Iglesia no debe temer a las persecuciones
Ciudad del Vaticano, 18 Abr. 12 (AICA).- La Iglesia no debe temer a las persecuciones que en su historia se ve obligada a soportar, sino, como Jesús en Getsemaní, debe confiar siempre en la presencia, en la ayuda y en la fuerza de Dios, invocada en la oración”, expresó el Santo Padre Benedicto XVI al retomar hoy la catequesis sobre la oración.
El Papa dedicó la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro ante una multitud de fieles provenientes de todo el mundo, a la que fue denominada como “Pequeña Pentecostés”, ocurrida en un momento difícil para la Iglesia naciente. “Los Hechos de los Apóstoles –dijo el Papa-, narran que Pedro y Juan acababan de salir de la cárcel, después de haber sido apresados por predicar el evangelio, y se encuentran con la comunidad reunida. Ésta, al escuchar lo ocurrido, no busca cómo reaccionar o defenderse ni qué medidas adoptar; sencillamente, ante la prueba, empieza a rezar pidiendo la ayuda de Dios que escuchará la plegaria enviando al Espíritu Santo.
“Es una oración unánime y concorde de toda la comunidad, explicó el obispo de Roma, que se enfrenta a una situación de persecución a causa de Jesús porque lo que viven los dos apóstoles no les afecta solamente a ellos, sino a toda la Iglesia. Ante las persecuciones padecidas por causa de Jesús, la comunidad ni se asusta ni se divide, sino que está profundamente unida en la oración”.
Cuando los creyentes se ven sometidos a la prueba a causa de su fe, “la unidad, en lugar de estar comprometida, se refuerza, ya que está sostenida por una oración incansable. La Iglesia no debe temer las persecuciones que en su historia se ve obligada a soportar, sino, como Jesús en Getsemaní, debe confiar siempre en la presencia, en la ayuda y en la fuerza de Dios, invocada en la oración”.
Ahora bien, antes de comprender a fondo lo que sucedió, la primera comunidad intenta leer los acontecimientos a través de la fe y lo hace mediante la Palabra de Dios. San Lucas narra en los Hechos de los Apóstoles que la comunidad de Jerusalén comenzó por recordar e invocar la grandeza y la inmensidad de Dios y después, a través de los salmos, pasó a reconocer cómo Dios había actuado en la historia estando cerca de su pueblo, “demostrando -dijo Benedicto XVI- que era un Dios que se interesaba por los seres humanos que no los abandonaba”.
A continuación, los sucesos se leen “a la luz de Cristo, que es también la clave para entender la persecución. La oposición hacia Jesús, su pasión y su muerte se releen como actuación del proyecto de Dios Padre para la salvación del mundo. En la oración, la meditación sobre las Sagradas Escrituras a la luz del misterio de Cristo ayuda a leer la realidad presente en el ámbito de la historia de la salvación que Dios cumple en el mundo”.
De ahí que la petición que la primera comunidad cristiana de Jerusalén formula a Dios en la oración “no es la de ser defendida, ni la de salvarse de la prueba ni de tener éxito, sino la de proclamar con franqueza, con libertad, con coraje, la Palabra de Dios”. Y los primeros cristianos añaden que ese anuncio “esté acompañado de la mano de Dios, para que haya curaciones, señales y prodigios; es decir, que sea una fuerza que transforme la realidad, que cambie el corazón, la mente y la vida de hombres y que aporte la novedad radical del Evangelio”
“También nosotros -finalizó el Santo Padre- debemos llevar los acontecimientos de nuestra vida cotidiana a nuestra oración, para buscar su significado más profundo. Y como la primera comunidad cristiana, también nosotros, dejándonos iluminar por la Palabra de Dios, a través de la meditación de la Sagrada Escritura, podemos aprender a ver que Dios está presente en nuestras vidas, incluso en tiempos difíciles, y que todo forma parte de un diseño superior de amor en el que la victoria final sobre el mal, sobre el pecado y la muerte, es realmente la del bien, la de la gracia, la de la vida, la de Dios”.
Mistero di un granello di senape. Il 16 aprile Benedetto XVI compie ottantacinque anni
domingo, 8 de abril de 2012
El papa celebró la misa del día y antes de la bendición Urbi et Orbi saludó en 65 idiomas
CIUDAD DEL VATICANO, Domingo 8 abril 2012 (ZENIT.org).– En la mañana de hoy Domingo de Pascua de Resurrección, el santo padre Benedetto XVI presidió la santa misa del día en el atrio de la plaza de San Pedro del Vaticano, la cual tuvo un lleno total.
A la celebración, que se abrió con el rito del “Resurrexit” –-la apertura del icono del Resucitado--, participaron fieles romanos y peregrinos provenientes de diversas partes del mundo con ocasión de las fiestas pascuales.
El papa no pronunció la homilía, porque terminada la misa prosiguió con la bendición “Urbi et Orbi” y el Mensaje pascual, el cual reproducimos a continuación.
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero:
«Surrexit Christus, spes mea» – «Resucitó Cristo, mi esperanza» (Secuencia pascual).
Llegue a todos vosotros la voz exultante de la Iglesia, con las palabras que el antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en encontrar en la maña de Pascua a Jesús resucitado. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón sobrecogido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20,18). También nosotros, que hemos atravesado el desierto de la Cuaresma y los días dolorosos de la Pasión, hoy abrimos las puertas al grito de victoria: «¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!».
Todo cristiano revive la experiencia de María Magdalena. Es un encuentro que cambia la vida: el encuentro con un hombre único, que nos hace sentir toda la bondad y la verdad de Dios, que nos libra del mal, no de un modo superficial, momentáneo, sino que nos libra de él radicalmente, nos cura completamente y nos devuelve nuestra dignidad. He aquí porqué la Magdalena llama a Jesús «mi esperanza»: porque ha sido Él quien la ha hecho renacer, le ha dado un futuro nuevo, una existencia buena, libre del mal. «Cristo, mi esperanza», significa que cada deseo mío de bien encuentra en Él una posibilidad real: con Él puedo esperar que mi vida sea buena y sea plena, eterna, porque es Dios mismo que se ha hecho cercano hasta entrar en nuestra humanidad.
Pero María Magdalena, como los otros discípulos, han tenido que ver a Jesús rechazado por los jefes del pueblo, capturado, flagelado, condenado a muerte y crucificado. Debe haber sido insoportable ver la Bondad en persona sometida a la maldad humana, la Verdad escarnecida por la mentira, la Misericordia injuriada por la venganza. Con la muerte de Jesús, parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él. Pero aquella fe nunca dejó de faltar completamente: sobre todo en el corazón de la Virgen María, la madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en la oscuridad de la noche. En este mundo, la esperanza no puede dejar de hacer cuentas con la dureza del mal. No es solamente el muro de la muerte lo que la obstaculiza, sino más aún las puntas aguzadas de la envidia y el orgullo, de la mentira y de la violencia. Jesús ha pasado por esta trama mortal, para abrirnos el paso hacia el reino de la vida. Hubo un momento en el que Jesús aparecía derrotado: las tinieblas habían invadido la tierra, el silencio de Dios era total, la esperanza una palabra que ya parecía vana.
Y he aquí que, al alba del día después del sábado, se encuentra el sepulcro vacío. Después, Jesús se manifiesta a la Magdalena, a las otras mujeres, a los discípulos. La fe renace más viva y más fuerte que nunca, ya invencible, porque fundada en una experiencia decisiva: «Lucharon vida y muerte / en singular batalla, / y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta». Las señales de la resurrección testimonian la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la misericordia sobre la venganza: «Mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja».
Queridos hermanos y hermanas: si Jesús ha resucitado, entonces – y sólo entonces – ha ocurrido algo realmente nuevo, que cambia la condición del hombre y del mundo. Entonces Él, Jesús, es alguien del que podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su mensaje, sino precisamente en Él, porque el resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy, vivo. Cristo es esperanza y consuelo de modo particular para las comunidades cristianas que más pruebas padecen a causa de la fe, por discriminaciones y persecuciones. Y está presente como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación humana de sufrimiento e injusticia.
Que Cristo resucitado otorgue esperanza a Oriente Próximo, para que todos los componentes étnicos, culturales y religiosos de esa Región colaboren en favor del bien común y el respeto de los derechos humanos. En particular, que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional. Y que los numerosos prófugos provenientes de ese país y necesitados de asistencia humanitaria, encuentren la acogida y solidaridad que alivien sus penosos sufrimientos. Que la victoria pascual aliente al pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo. Y, en Tierra Santa, que israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz.
Que el Señor, vencedor del mal y de la muerte, sustente a las comunidades cristianas del Continente africano, las dé esperanza para afrontar las dificultades y las haga agentes de paz y artífices del desarrollo de las sociedades a las que pertenecen.
Que Jesús resucitado reconforte a las poblaciones del Cuerno de África y favorezca su reconciliación; que ayude a la Región de los Grandes Lagos, a Sudán y Sudán del Sur, concediendo a sus respectivos habitantes la fuerza del perdón. Y que a Malí, que atraviesa un momento político delicado, Cristo glorioso le dé paz y estabilidad. Que a Nigeria, teatro en los últimos tiempos de sangrientos atentados terroristas, la alegría pascual le infunda las energías necesarias para recomenzar a construir una sociedad pacífica y respetuosa de la libertad religiosa de sus ciudadanos. ¡Feliz Pascua a todos!
viernes, 6 de abril de 2012
La libertad se alcanza sirviendo a Dios, dice el Papa durante Misa de Jueves Santo
Benedicto XVI: Obediencia, no rebeldía al magisterio trae cambio en la Iglesia
martes, 3 de abril de 2012
HABLAD A LOS DEMÁS DE DIOS SIN COMPLEJOS NI TEMORES
Ciudad del Vaticano, 2 abril 2012 (VIS).-El Santo Padre ha recibido hoy en audiencia a 5.000 jóvenes de la archidiócesis de Madrid (España) -acompañados por su arzobispo, el cardenal Antonio María Rouco Varela- que han peregrinado a Roma para agradecer al Papa su viaje a España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada el pasado mes de agosto. Ofrecemos a continuación fragmentos del discurso de Benedicto XVI:
"Siempre que traigo a mi memoria la XXVI Jornada Mundial de la Juventud vivida en Madrid, mi corazón se llena de gratitud a Dios por la experiencia de gracia de aquellos días inolvidables. (...) Aquel espléndido encuentro sólo puede entenderse a la luz de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. Él no deja de infundir aliento en los corazones, y continuamente nos saca a la plaza pública de la historia, como en Pentecostés, para dar testimonio de las maravillas de Dios. Vosotros estáis llamados a cooperar en esta apasionante tarea (...). Cristo os necesita a su lado para extender y edificar su Reino de caridad".
(...) "En esta aventura nadie sobra. Por ello, no dejéis de preguntaros a qué os llama el Señor y cómo le podéis ayudar. Todos tenéis una vocación personal que Él ha querido proponeros para vuestra dicha y santidad. Cuando uno se ve conquistado por el fuego de su mirada, ningún sacrificio parece ya grande para seguirlo y darle lo mejor de uno mismo. Así hicieron siempre los santos extendiendo la luz del Señor (...) y transformando el mundo hasta convertirlo en un hogar acogedor para todos". (...)
"Como aquellos apóstoles de la primera hora, sed también vosotros misioneros de Cristo entre vuestros familiares, amigos y conocidos, en vuestros ambientes de estudio o trabajo, entre los pobres y enfermos. Hablad de su amor y bondad con sencillez, sin complejos ni temores. El mismo Cristo os dará fortaleza para ello. Por vuestra parte, escuchadlo y tened un trato frecuente y sincero con Él. Contadle con confianza vuestros anhelos y aspiraciones, también vuestras penas y las de las personas que veáis carentes de consuelo y esperanza".
(...) "Ayer iniciamos la Semana Santa, en la que seguimos los pasos de Cristo (...). Contemplamos su dolorosa pasión y su humillación hasta la muerte. (...) Os animo a cargar también vosotros con vuestra cruz, y la cruz del dolor y de los pecados del mundo, para que entendáis mejor el amor de Cristo por la humanidad. Así os sentiréis llamados a proclamar que Dios ama al hombre y le envió a su Hijo, no para condenarlo, sino para que alcance una vida plena y con sentido".